Los últimos años de Varga(...continuación)
La descripción de los hechos se ha convertido en nuestro Varga en teoría; el bizantinismo platónico-hegeliano tan caro a los rusos (y al georgiano rusificado) de la academia soviética, que creó absurdos tales como la “ley económica fundamental” del capitalismo, afectó también al magiar Jenö
Varga.
En el capítulo a que nos referimos deja caer perlas como las siguientes: “en el descubrimiento de las leyes del capitalismo no se necesitan las hipótesis (Varga, 1972: 14). Lo señalamos sólo de pasada.
Otro problema teórico que aborda Varga es el de la depauperación absoluta. En el tratamiento de esta cuestión el autor cae en constantes contradicciones, pues aceptando que este fenómeno existe en el mundo capitalista, aunque no de forma permanente, lo relega a los países “subdesarrollados” para después afirmar: “Este tipo de tendencia actúa ante todo en aquellos países en los que la penetración del capitalismo perturbó o destruyó el viejo orden económico, pero en lugar de éste no se instauró el modo de producción capitalista (Varga, 1972: 121; cursivas nuestras). Es decir, ¡ la ley de la depauperación absoluta opera fuera del modo de producción capitalista! Sin embargo fustiga con gusto y acierto a los defensores “ortodoxos” de esta ley y las aberraciones en las que derivan, como cuando señalan que en “Estados Unidos e Inglaterra, el salario real es en la actualidad menor que 60 años atrás [...]” (Varga, 1972: 125).
En los capítulos sobre el Estado burgués y el “capitalismo monopolista de Estado”, hay un intento de recuperación de la variante bujarinista de esta teoría, la cual se había perdido con todo y libros en la pesada noche del estalinismo. Es uno de los primeros autores que retoma, sin comprenderlo bien a bien, el planteamiento de Lenin acerca de la “unión” (no de intereses sino orgánica, en un solo aparato, debido a las condiciones extraordinarias de la guerra mundial), de la fuerza del Estado y los monopolios privados, proyectando las posiciones de Lenin dentro del marco de la primera guerra mundial, a todo el capitalismo posterior a 1914, coincidiendo a posteriori con Bujarin. Al caer en desgracia este último en 1928, la teoría del capitalismo monopolista de Estado por él sustentada también cayó en desuso, volviéndose a ella en las postrimerías del estalinismo, cuando ya había muerto el “padrecito Stalin”. 10Véase el capítulo 3 de la obra en cuestión.
En esos mismos ensayos, Varga se autocritica sobre todo en torno al examen del papel del Estado burgués en la economía militar, tema de un libro anterior. En relación a si en la fase del capitalismo monopolista de Estado se trata de toda la burguesía, como afirmaba Varga, o es un Estado exclusivamente de la burguesía monopolista, de la oligarquía financiera, como lo afirmaban sus oponentes, el autor llega a la conclusión, extraordinariamente elástica y general, de que “Ambas tesis son correctas y ambas incorrectas en relación a la situación histórica concreta”, aunque acto seguido acepta que en general, la tesis por él defendida es incorrecta: “en condiciones normales”, es decir cuando el régimen social capitalista no se ve amenazado por un peligro real, entonces es un Estado de la burguesía monopolista [...]” (Varga, 1972: 48), pero a la vez, “nuestra tesis acerca del Estado como representante de los intereses de toda la burguesía es justa sólo para los periodos en que la existencia del régimen social capitalista está expuesta a un peligro inmediato (Varga, 1972: 49). Los problemas de la esencia y de la forma, de lo objetivo y lo subjetivo se entremezclan y confunden, de tal manera que se llega a formulaciones como las de que en periodos no revolucionarios “para el proletariado revolucionario lo más importante es la lucha por la nacionalización. Esta lucha crea la posibilidad de arrastrar no sólo a los obreros y a los empleados contra los monopolios, sino también a las amplias capas del campesinado y de la pequeña burguesía urbana oprimidas por los monopolios. Al implantar una dirección democrática en las empresas nacionalizadas se puede mejorar la situación de los trabajadores (Varga, 1972: 73; cursivas nuestras). De ahí, se pasa a la posibilidad de su descomposición (del Estado de capitalismo monopolista) por medio de la propaganda correspondiente aún antes de la conquista del poder, lo que puede ayudar y facilitar su destrucción” (Varga, 1972: 47).
10 Véase el capítulo 3 de la obra en cuestión.