Introducción(...continuación)
Uno de los asuntos más preocupantes es que en los últimos 150 años se ha venido incrementando la explotación de los recursos de la naturaleza tanto intensivamente como extensivamente. Aunque hay campañas de cuidado del medio ambiente y de reforestación de bosques y selvas, existe el riesgo de que el hombre transforme cualitativamente la naturaleza por las necesidades de producción y consumo. Para bien o para mal, ha provocado efectos y alteraciones en la naturaleza; quizás algunos sean reversibles y otros no; algunos temporales y otros definitivos; algunos inmediatos como el derrame de petróleo en el Golfo de México, 1Se calculó en Estados Unidos que al momento de detener parcialmente el vertido de petróleo en el Golfo de México, éste frisaba en los 5 millones de galones, a lo que habría que adicionar los enormes montos de solventes arrojados en la zona a efecto de disolver el petróleo que estaba en la superficie marina e impedía el paso del oxígeno. Hubo una controversia muy acalorada al considerar que los solventes contribuyeron a acentuar el fenómeno destructivo del derrame petrolero. Respecto a la magnitud de la destrucción de la vida marina no se tiene la menor idea. otros de larga gestación y maduración como la tala inmoderada de árboles o el adelgazamiento de la capa de ozono; muy notorios en ocasiones, pero la mayoría de las veces imperceptibles como la desaparición de especies vegetales y animales.
Aparte de las necesidades de producción y de consumo del hombre, más el crecimiento de la población mundial en términos absolutos, han surgido ciudades y metrópolis con más de 20 millones de habitantes algunas de ellas, que por su crecimiento acelerado han propiciado la desaparición de tierras de cultivo que han sido sustituidas por la llamada mancha urbana en casi todas las ciudades del mundo. La mayoría de las ciudades son fuente de contaminación del aire, ríos, mares, lagos y lagunas, entre otros. También se han causado alteraciones a la naturaleza por acciones bélicas como las pruebas nucleares en el fondo del mar, las explosiones de reactores en las plantas nucleares y la fabricación de todo tipo de armamento como el convencional y las armas químicas, biológicas y bacteriológicas. Todo lo anterior en conjunto ha estado degradando a la naturaleza, exponiéndonos cada vez más a un posible cambio cualitativo en la misma y las consecuencias sobre el hombre como una parte indisoluble de ella, tal y como fue señalado por Karl Marx (1932: 567 [1845]):
La historia puede ser considerada desde dos puntos de vista, dividiéndola en historia de la naturaleza e historia de los hombres. Sin embargo, no hay que dividir estos dos aspectos: mientras existan hombres, la historia de la naturaleza y la historia de los hombres se condicionan recíprocamente.
El problema de una explotación más intensiva y de mayor magnitud por parte del hombre hacia la naturaleza es difícil de cuantificar, por un lado, y por otro, es complicado observar el fenómeno en su conjunto. Éste es uno de los hechos que valdría la pena modelar porque las ventajas de hacer un modelo matemático del fenómeno son: tener un panorama del comportamiento general de éste; y la posibilidad de manipular las variables para presentar escenarios que nos guíen hacia posibles soluciones del problema.
1 Se calculó en Estados Unidos que al momento de detener parcialmente el vertido de petróleo en el Golfo de México, éste frisaba en los 5 millones de galones, a lo que habría que adicionar los enormes montos de solventes arrojados en la zona a efecto de disolver el petróleo que estaba en la superficie marina e impedía el paso del oxígeno. Hubo una controversia muy acalorada al considerar que los solventes contribuyeron a acentuar el fenómeno destructivo del derrame petrolero. Respecto a la magnitud de la destrucción de la vida marina no se tiene la menor idea.